Un mundo único.

Imagina por un segundo que te pierdes en un paraje natural y te ves forzado a la supervivencia en solitario. Una pregunta razonable sería ¿En qué clase de paraje?. Resulta obvio, que tus prioridades de supervivencia van a cambiar sustancialmente dependiendo del medio en el que te encuentres. No va a ser lo mismo estar en un desierto, en alta montaña o en una isla tropical. Sin embargo, aunque los métodos y prioridades cambien te vas a ver forzado a hacer fuego (bien para cocinar o para calentarse y cocinar), encontrar refugio, encontrar abrigo y, recolectar y cazar alimentos. De manera general, tú, en solitario vas a tener que afrontar estos retos.
Sin embargo, rápidamente, nos podemos dar cuenta de que esas necesidades se pueden dividir en dos. Las primeras necesidades se tratan de enfrentar los retos físicos o condiciones ambientales, mientras que con las dos últimas nos vamos a centrar en conseguir recursos de otros seres vivos principalmente para poder nutrirnos, aunque también pueden ayudar a afrontar condiciones (pieles para abrigarnos, por ejemplo). Pues bien, esto lo hacen todos los seres vivos. 

La ecología es la ciencia que estudia las relaciones entre seres vivos (de la misma o distinta especie), con el entorno y consigo mismos. Cualquier ser vivo se relaciona con su entorno y con otros seres vivos para sobrevivir. Todos enfrentan condiciones y dedican enormes cantidades de energía a conseguir recursos y reproducirse. Y aún más, la disponibilidad de los recursos y encontrarse con condiciones favorables influyen en su supervivencia. Pero si los recursos son tan importantes, y estos son seres vivos, la presencia de unos seres vivos condiciona la presencia de otros.

El ser humano no es una excepción, como es lógico, pero durante años se ha preguntado por cuales son sus necesidades básicas y si podríamos replicar estas condiciones fuera de la tierra. Te propongo un juego. Imagina que estas en el espacio, en alguna estación espacial futura y autónoma. La estación es lo suficientemente grande como para albergar un pequeño invernadero ¿Qué especies elegiría?

Esta pregunta se la hizo la URSS allá por 1965 en un proyecto conocido como BIOS-3. El proyecto consistió en un hábitat, dividido en 4 compartimentos. Aunque no era completamente independiente porque la energía eléctrica y algunos alimentos se importaban, tanto el equilibrio entre oxígeno y dióxido de carbono como el reciclaje de agua era completamente independientes del exterior. La principal responsable de esto fue una microalga comestible llamada Chlorella. Quizás un dato revelador es que para conseguir un equilibrio entre CO2 y O2, se necesitaron 8 m² de esta microalga por persona. Se realizaron experimentos hasta 1984. 

Microfotografía de Chlorella vulgaris.
http://www.algaebase.org
Este primer acercamiento presenta grandes limitaciones. Para empezar la purificación del aire dependían de calentar a 600 ºC en presencia de compuestos orgánicos y catalizadores, la eficiencia máxima del sistema de reciclaje de agua fue del 85% (1968), algunos alimentos y la energía eran importados y muchos residuos simplemente se almacenaban. A pesar de estas limitaciones, nos da una importante lección sobre cómo la generación de hábitats es un proceso complejo y , además, nos ofrece un dato llamativo sobre la necesidad de oxígeno y relación con un diminuto ser que en nuestras manos sería invisible, y un gran grupo de individuos parecerían un moco verde y repulsivo para más de uno. No obstante, si tienen oportunidad, les invito a observar su belleza oculta en un microscopio.

Frente a la relativa modestia del experimento soviético, en Estados Unidos se comenzó a desarrollar en 1986 un proyecto conocido como Biosphere-2. Dentro de una enorme cúpula, se intentó recrear distintos biomas como sabana, océano, desierto, arrecife de coral, selva, hábitat humano o tierras cultivables ocupando un total de 12.700 m². La estructura estaba, en principio, diseñada para ser un ecosistema artificial cerrado con unas 3.800 especies. 


La enorme obra de ingeniería albergó dos misiones distintas, la primera con una duración de un año y la segunda duró 6 de los 10 meses previstos gracias al sabotaje de los propios participantes. Ambas misiones fueron un fracaso. Durante la primera misión los niveles de CO2 fueron extremadamente variables; todos los insectos polinizadores y muchos vertebrados murieron; el oxígeno decayó un 6,4% y tuvieron que añadirlo en dos ocasiones porque fue un año inesperadamente nublado y las plantas redujeron su actividad fotosintética y que los suelos enriquecidos con bacterias consumieron más del esperado; La cantidad de calorías ingeridas fueron insuficientes para cubrir las necesidades energéticas de los 8 tripulantes; los niveles de óxido nitroso eran inusualmente altos gracias al bloqueo de la estructura de la luz ultravioleta;la plagas proliferaban mermando la producción vegetal,los peces morían atascando los sistemas de filtrado de aguas; La condensación hizo del desierto un entorno excesivamente húmedo transformándolo en el proceso; La población de hormigas y de cucarachas creció desorbitadamente, igual que las enredaderas, que llegaron a bloquear a las demás especies vegetales. Los tripulantes llegaron a perder un 15% de su peso inicial y a sentir síntomas similares al mal de altura.


Lo que ocurrió fue de hecho impredecible con los conocimientos de ecología del momento. Esto nos evidencia claramente dos cosas. La primera es que necesitamos seguir investigando en ecología para poder comprender mejor los ecosistemas y, quizás en un futuro, poder crear, manipular o remediar eficazmente problemas y retos tanto en la tierra como en otros planetas. La última consecuencia es que no tenemos ningún lugar al que ir. Estamos en esta bola azul y nuestro destino está ligado a nuestra tierra, a nuestro planeta. Si no cuidamos nuestra casa, pereceremos en ella.

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